Los que me conocen saben que no hablo de lo que no sé y por eso, en este caso, voy a hablar de algo que, a pesar de no afectarme de forma directa, me afecta al verlo en mi entorno a diario y no decir nada al respecto. Porque a pesar de no ser hombre, obviamente muchas personas en mi entorno lo son y porque no hay que ser de ningún género en particular para darse cuenta de que algo está mal.
Se trata de un tema que limita a muchas personas a mi alrededor y del que, quienes sufren las consecuencias, difícilmente se animen a hablar.
Porque el machismo afecta también a los hombres, y les genera inseguridad, les impide mostrarse tal cual son por miedo a lo que digan los demás. Y cuando hablo de los otros, me refiero principalmente a quienes se muestran como afectos pero no hacen más que evidenciar cada vez que uno decide mostrarse de una forma distinta a la que ellos entienden como normal.
Puedo asegurarles que a cualquier hombre le sorprendería saber cuántos de sus amigos se hicieron (probablemente con ayuda de su pareja) alguna vez un tratamiento facial. También cuántas veces se aguantaron las ganas de contarles a sus amigos que estaban demasiado enamorados de alguien o que quisieron probar ponerse ropa de determinado estilo y no lo hicieron por miedo a lo que dijeran los demás.
Porque si queres ver a tu novia sos un pollerudo y un dominado; obviamente no existe la opción de que elijas hacerlo porque te parece un buen plan. Si estás con pocas mujeres a lo largo de tu vida sos medio nabo, y ni hablar de si no estás con ninguna. Ponerte algo distinto ya es suficiente para que otro decida cuál es tu orientación sexual y si no hablás de fútbol, ahí sí, contigo no hay mucho de lo que hablar.
Y si algo de esto te inquieta, lo mejor que podés es callarte e, incluso, sumarte al resto a la hora de señalar. Porque un hombre que cuestiona todo esto difícilmente sea comprendido entre sus pares.
Pero sinceramente confieso que, para mí, un verdadero hombre es el que se anima a cuestionar.
Año dos mil veinte y gran mayoría de los hombres todavía adjudica la orientación sexual de otros. Como si hacer o usar algunas cosas te transformara en gay y como si serlo significara que sos menos hombre.
Dos mil veinte, y muchos hombres siguen siendo los primeros enemigos de sus amigos. Esos mismos que al leer esto piensan que estoy exagerando, pero les preguntan a las mujeres que los rodean cosas que jamás le preguntarían a otro hombre por miedo a que se les burlen y los deje en evidencia.
Dos mil veinte, y una gran parte de los hombres se sigue escondiendo detrás de una figura fría de macho que no lleva a más que a tener una parte de la sociedad frustrada. Que hace que el que quiera mostrarse tal cual es tenga miedo a hacerlo y termine aparentando ser igual de macho que el resto solo por no desencajar.
Pero esa figura de macho no puede estar más alejada de la realidad.
Porque el verdadero macho es el que se anima, el que desafía lo establecido y el que sigue lo que siente sin importar lo que digan. Es al que no le avergüenza decir que está tan enamorado que quiere pasar mucho tiempo con su pareja, que confiesa que se muere por encontrar una o que disfruta de la soltería, independientemente de si están en una relación o no los demás.
Macho es el que con total tranquilidad admite si le gusta cuidar su aspecto, el que se viste como quiere sin importar qué tan conservador o jugado pueda resultar.
Macho es el que no necesita demostrar con cuántas mujeres anda para sentirse más hombre, porque hasta tiene claro que un verdadero macho no tiene por qué andar sí o sí con mujeres.
Macho es el que tiene lo que se precisa para frenar a su grupo de amigos cuando señalan la forma de ser de otro como algo gracioso.
Macho es el que va, el que contradice y el que ayuda a los que quiere haciendo algo tan sencillo como empezar a cuestionar.
Pero, sobre todo, un verdadero macho es el que alienta a los hombres que lo rodean a hacer lo mismo porque sabe que, si no se habla de esas estructuras, van a seguir haciendo machísimo daño más.