Con lo mucho que me divierte, yo también tengo ganas de organizar una previa y salir hasta las siete de la mañana. Yo también quiero ver a cada uno de mis amigos y abrazarlos fuerte, porque nunca pasé tanto tiempo sin hacerlo y me pesa más de lo que puedo llegar a demostrar.

Yo también quiero dejar de faltar cada vez que alguien decide festejar su cumpleaños con mucha gente y también me hubiera gustado pasar el mío con todos los que forman parte de mi vida.

Y si pudiera animarme a decirte un poco más, te confieso que yo también saldría todos los fines de semana, tiraría el tapabocas bien lejos y cruzaría todos los charcos que nos rodean para abrazar a mis amigos que viven en otros países y no sé cuánto tiempo más voy a tener que extrañar.

Yo también quiero hacer todo eso y te juro que lo quiero muchísimo más de lo que imaginás. Porque esa también era mi vida de antes y porque a mí tampoco me divierte esta realidad.

Pero más quiero poder ver a mis abuelos tranquilos, porque pocas cosas me desesperan tanto como el miedo que tienen a ese peligro que está tan cerca de ellos y que saben todo lo que puede implicar.

Más quiero dejar de escuchar que algún amigo pierde su trabajo porque la situación se fue de control y su rubro va a estar sin funcionar un buen tiempo más.

También prefiero no tener miedo a que todos los emprendedores con los que trabajo perciban cada vez menos ingresos y tengan que cerrar. Y más que nada elijo alejarme de cualquier cosa que haga que mañana alguien que quiero sea uno de esos números que, en el fondo, creo que a todos nos asusta escuchar.

Por lo que más quiera en el mundo, puedo jurarte que tengo todas las mismas ganas que vos. Haría todo eso que te digo y muchísimo más. Pero si el mundo funcionara a partir de lo que todos queremos hacer, en este momento también serían tus abuelos los que tienen miedo, tus amigos los que pierden el trabajo, tus conocidos los que están en riesgo de tener que cerrar su negocio y tus familiares los que pueden ser un número más.

Aunque no sé por qué, pero me animo a pensar que seguramente ellos también pueden estar en esas situaciones.

No quiero echarte la culpa, porque no se trata de eso y nadie es culpable de querer llevar su vida con total libertad. Se trata de invitarte a reflexionar. De que tengas la capacidad de ver cada una de tus acciones y las consecuencias que generan, de medir qué papel jugás en esta sociedad.

Tampoco se trata de dejar de vivir, sino que de ser consciente de que a veces no es momento de llevar todo al límite, de que no siempre tenemos que ver hasta dónde podemos llegar.

Porque hoy en día algo tan sencillo como la normalidad de antes pone en riesgo a más gente de la que somos capaces de imaginar y cada decisión que tomes afecta muchísimo más de lo que podés llegar a pensar.

Y porque si todos pensamos en todos volvemos a ser noticia de las buenas.

Si todos dejamos de mirarnos el ombligo, seguramente esto se pueda volver a controlar.